El uso colaborativo de bienes y servicios es la clave de la economía compartida

De acuerdo con la periodista brasileña Fernanda da Escóssia, nuevas modalidades, que ya han revolucionado los sectores de servicios de hoteles y transportes, comienzan a dar sus primeros pasos en el mundo B2B. Imagine la siguiente situación:

¡Hola! ¿Cuánto cuesta un café expreso, por favor? –pregunta la señorita.
–Precio libre –contesta un joven que lleva barba y está atrás del mostrador.
–Quiero pagar, ¿cuánto es? –insiste ella, sin entender.
–Es colaborativo, usted paga lo que quiera –le explica el empleado, y la clienta, sorprendida, le da un billete de 50 pesos.

Esa sorpresa se repetirá algunas veces por día. El café es sólo una de las múltiples expresiones de la denominada Economía Compartida o Consumo Colaborativo, o Gig Economy, fenómeno que está transformando el modo de viajar, trabajar, comer, tomar un taxi, escuchar música y también, de ganar dinero.

La clave para entender el concepto de economía compartida es reemplazar la propiedad de los bienes y servicios por el uso que se hace de éstos, aunque se trate de un uso compartido con otras personas. ¿Es difícil?

Puede comenzar como un ejercicio: en vez de tener coche, alquile uno durante una hora; en vez de alquilar una oficina y encargarse de pagar todas las cuentas, use una habitación de vez en cuando, dividiendo los gastos con otros inquilinos. En vez de pagar para alojarse en un hotel, encuentre a alguien que quiera alquilar su propio apartamento en el verano y que tal vez le dé información sobre la ciudad que usted está visitando. El trabajo también se transforma: hay menos contratos formales, disminuyen los derechos y la reglamentación. Y aparecen muchas dudas.

El tamaño de la riqueza producida en este mundo del compartir está siendo calculado. El informe “The Sharing Economy – Sizing the Revenue Opportunity” («La economía del compartir – Dimensiones de la oportunidad de ingresos»), de Pricewaterhouse Coopers, tras analizar diez sectores en los que la economía compartida existe, desde el alquiler de DVDs hasta hotelería, calcula que este tipo de negocio representa el 5% de los ingresos totales. En 2025, representará la mitad de los ingresos, US$ 335,000 millones. Esa fecha no es tan lejana, faltan sólo diez años.

La economía compartida no apareció de la nada. Es un fenómeno del mundo de Internet, impulsado por la explosión de las redes sociales. Éste parte de un principio básico, que es el de disminuir los costos, pero va más allá: es el único capaz de ofrecer al consumidor lo que no encuentra en la economía tradicional.

Para expertos en el tema, la economía compartida no es una moda, sino un fenómeno definitivo que demuestra su fuerza a través del éxito de emprendimientos como Uber y Airbnb, los que, incluso sin tener una flota o una cadena de hoteles, se han transformado en referentes mundiales en lo que respecta a tomar un taxi o buscar hospedaje.

El pilar del éxito es Internet, pues facilita la conexión entre las personas. En un mundo en el que la información es el principal activo, quien tiene algo que ofrecer lo ofrece, quien necesita algo lo usa y alguien se encarga de administrar el conjunto de informaciones y necesidades.

La biblia de los nuevos tiempos, “What’s Mine Is Yours: the Rise of Collaborative Consumption” («Lo que es mío es tuyo: la subida del consumo colaborativo»), de Rachel Botsman y Roo Rogers, ayuda a comprender las formas de la economía compartida: puede ser un sistema que permite a los participantes compartir productos y servicios; un mercado de redistribución, para permitir la reutilización de productos, como las ferias de reaprovechamiento de distintos materiales; o el uso compartido de espacio, tiempo y talentos.

Existe además un argumento ambiental: si gastamos menos y reutilizamos, el consumo de recursos naturales será menor. Algunos puntos son diferentes, pero las experiencias de economía compartida del tiempo de nuestros abuelos, como alquilar un cuarto en la casa de un pariente, o de las comunidades alternativas de los hippies, permanecen. Dos principios son esenciales: el uso de Internet y de las redes sociales; y la capacidad de volverse rentable.

En el debate suscitado por la economía compartida, otro punto clave es su convivencia con la vieja economía de entrega tradicional de productos y servicios. Las empresas habituadas a tener el monopolio de la oferta de contenidos, productos y servicios entran en una profunda crisis. Expresarse con contundencia también forma parte del concepto de la economía compartida, que suele usar tecnologías disruptivas, capaces de quebrar paradigmas.

Tras una investigación se averiguó que las grandes empresas tienen la fuerza de la marca y pueden usarla a su favor, señalan los autores:

“Los consumidores prefieren los costos bajos que las compañías líderes –dentro de la economía compartida– tienden a ofrecer. Es una buena noticia para las compañías que buscan nuevas oportunidades en la economía compartida”.

El artículo indica caminos que las grandes empresas pueden seguir para sobrevivir e incluso destacarse en la economía compartida.

En Liechtenstein, una compañía de la industria de la construcción superó la disminución de sus ventas ofreciendo a los clientes la opción de usar máquinas y herramientas mediante el sistema de leasing, con el pago de una tarifa mensual, incluidas eventuales reparaciones. Una empresa fabricante de automóviles se asoció con una de alquiler para ofrecer el servicio “car2go service” (“servicio de coche para ir”), que permite a los clientes alquilar un coche cuando se necesite, en vez de comprarlo.

En el caso de los pequeños y medianos negocios, la financiación más usada en este momento es el crowdfunding (multitud de fondos), que busca dinero en la propia audiencia. Es la tradicional “vaquita” del tiempo de nuestros abuelos, pero al usar Internet, lo que hacemos es hacer crecer el número de personas que aportan.

Sin importar si se trata de un CD, un portal de noticias, un proyecto social o un curso en el exterior, por ejemplo, siempre habrá posibilidad de obtener financiación para casi todo. En vez de pedir apoyo financiero únicamente en la vecindad, puede hacerse también en Internet.

Sin embargo, el crowdfunding aún no está completamente maduro en Latinoamérica, por lo que es necesario estar vacunado contra una visión excesivamente romántica de la economía compartida, esto es, recordar que no existe economía gratuita ni almuerzo gratis, pues al final, alguien tiene que pagar la cuenta.

Otros caminos son estimular la reutilización de productos y facilitar los servicios de mantenimiento y reparación, sin cobrar precios exorbitantes, como le debe haber pasado cuando su heladera dejó de funcionar y el arreglo le saldría tan caro que prefirió comprar una nueva. Buscar nuevos mercados y desarrollar modelos de negocio basados en el consumo colaborativo son opciones eficaces.

Al final, como no hay certezas en el mundo disruptivo, hay quienes se arriesgan a predecir la muerte precoz de la economía compartida y de su incapacidad de hacerle frente a la fuerza de las grandes compañías. A los gigantes de cada sector, frente a la pérdida frecuente de ingresos, no les queda más remedio que buscar alternativas y persuadir a los consumidores de que sí es posible hacer un uso colaborativo de sus productos y servicios, agregándole a la fuerza de la marca la capacidad de innovar en medio de la tormenta.

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Colaboración para la Revista TOTVS Experience,
Edición #5